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drogas más adictivas del mundo

 Su facilidad para provocar dependencia convierte a las drogas en sustancias peligrosas para la salud. Veamos las más adictivas.


650.000 millones de dólares. Esta inmensa cifra son las ganancias generadas en todo el mundo cada año por el narcotráfico, es decir, el comercio de las drogas.

Si la compraventa de estas sustancias es responsable de mover tanto dinero es porque las drogas son extremadamente adictivas, lo que hace que sus consumidores se vean atrapados en un bucle de dependencia.

En contra de lo que se pueda pensar, el 70% del consumo de drogas se da en los países desarrollados. Son alarmantemente fáciles de conseguir, y dada la adicción que despiertan en nuestro cuerpo, son, quizás, las sustancias más peligrosas del mundo.

En este artículo haremos un repaso de las drogas y sustancias más adictivas del mundo, tanto las ilegales como las legales, observando qué efecto tienen en nuestro cuerpo y por qué resultan tan adictivas.

Drogas: ¿cómo las definimos?

Una droga es, por definición, cualquier sustancia de origen vegetal, animal o sintético que, después de introducirse en nuestro cuerpo por distintas vías, tiene la capacidad de alterar nuestro sistema nervioso central.

Influyendo en distintos procesos de nuestro organismo, las drogas provocan diferentes cambios en la fisiología: alteraciones de la conducta, cambios en el estado de ánimo, afectaciones en la percepción sensorial, potenciación de algunas habilidades, experimentación de nuevas sensaciones… Las drogas tienen, por lo tanto, una infinidad de efectos en nuestro cuerpo.

Una vez el cuerpo ha experimentado los efectos de estas sustancias, se vuelve “adicto” a ellos y nos pide que le demos más. El problema es que cada vez necesitamos una dosis más alta para experimentar lo mismo, pues el organismo se va acostumbrando y cuesta más tener el mismo efecto que al principio.

Esto hace que se despierte una fuerte dependencia hacia esta droga, pues al final nuestro cuerpo acaba totalmente adicto a sus efectos. Cada vez necesita más. Si no se lo damos, nos castiga con el famoso “síndrome de abstinencia”, una manera que tiene nuestro cuerpo de decirnos que quiere que sigamos dándole esa sustancia.

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